domingo, 13 de mayo de 2012

mambo Normal 1


Quería sentirme normal: empecé terapia. Como todas esas cosas que la gente hace, que un día las empieza y quizás no tienen un final puntual.
Me gusta empezar cosas. La emoción de empezar algo nuevo es hermosa. Yo me siento importante, querida, aprobada, por mí, lógicamente. Empezar algo es tomar una decisión que puede cambiar el transcurso de los acontecimientos.
También sirve para empezar otras cosas, como conversaciones: donde yo empiezo diciendo “Hoy empecé terapia, qué bueno, ¿no?” Y entonces empiezan las preguntas y las respuestas y todo lo que una conversación relativamente amena conforma. Opiniones, consejos que da pero no se piden y así… Hasta se puede llegar a empezar otra cosa desde esa conversación, por ejemplo, empezar a fumar, o empezar a reírse o a llorar, cosas que, si o si, van a tener un fin en el corto plazo.
Resulta que, encima de todo, ahora tengo algo nuevo que me rige. Este señor lo sabe todo, todo lo más profundo y, contra mi consciencia, me permite empezar y terminar todo lo que yo quiero. Es alguien que me vigila y muchas veces hace por mí lo que yo no haría. Como un hermano, un mejor amigo o mejor enemigo, de esos que mejor tenerlos cerca.
¿Y cuál es el problema de todo esto? Que uno tiene que continuar, porque de lo contrario dicen que no tiene sentido comenzar nada.
Siempre me gustó empezar conversaciones, sea con una pregunta y con un comentario que poco importa, pero dando pie a una larga conversación en la que yo, obviamente, no iba a participar.
El mejor método es preguntarle a alguien por algo que el resto no sabe pero escucha, porque de esa manera, yo inicié el diálogo, pero el protagonista pasa a ser alguien que quizás no tenía intenciones de hacer comentario al respecto, sin embargo, el resto, no lo dejará en paz. ¿Cómo te fue en acupuntura? Muy bien. Ah! ¿Hacés acupuntura? Si ¿Y te clavaron toda? No, aca, aca, aca y aca. ¿Pero eso qué hace? Y… te alivia… Y así sigue la descripción de una historia que empecé yo.

Pero con la terapia, lo que pasa es que uno se va enredando en preguntas y respuestas hacia uno mismo, frente a una pared con brazos y ojos que repiten ajá. Y entonces mi amigo se hace presente y no para de reírse. Se divierte tanto.

2 comentarios:

  1. el comienzo del fin... ese sería un buen título para el libro, y esos párrafos el prólogo! Claramente el espacio de la terapia es el lugar donde como dice Gasset..."Nuestras convicciones más arraigadas, más indubitables, son las más sospechosas. Ellas constituyen nuestro límite, nuestros confines, nuestra prisión."

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  2. Gracias por los datos y las sugerencias, pan con limon.

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