domingo, 13 de mayo de 2012

mambo humano

mambo viejo
La segunda frase de lo primero que pronunció Adán fue: “Lo que acabo de decir fue una mentira”, pero Eva no le creyó. Pobrecito, desde el principio tuvo que convivir con la lesión más fascinante del ser humano. Con el tiempo, éste fue aprendiendo a declinarlo y se cultivó en sus derivados, es así como hoy en día observamos sus consecuencias de este maravilloso arte.
Lógicamente, se han creado instituciones que ganan muchísimo dinero gracias a esta mancha de nacimiento que tuvo el desgraciado primer hombre, y seguirán siendo más y más hasta que alguna academia cambie su concepto y todos comprendamos los significados arbitrariamente.
Sin embargo, por ahora existe y para Julia era uno de los dones preciados de la madre tierra, desde chiquita se divertía mintiendo, haciendo pequeñas bromas que derivaban en problemas trascendentales, pero esto último ella no llegaba a advertirlo, porque lo hacía de un modo tan inteligente que no se involucraba y no dejaba rastros. Le gustaba tirar la primera piedra y retirarse, a veces se divertía un rato escuchando las discusiones y luego se iba riendo e imaginando cómo terminaría todo. Pero el final que efectivamente sucedía no le importaba. Nadie advertía su partida y ella era feliz por eso. Al día siguiente, siempre aparecía alguien herido y ella no podía contener la carcajada.
Decían que Julia se reía mucho, por los nervios, porque era muy tímida, o porque todo le causaba una gracia incomprensible, ella creía que en la vida no había muchas verdades, sino muchas mentiras. Podrá parecernos que es lo mismo, porque seguramente ya estamos comenzando a desconfiar de todo y, justamente, lo que más atemorizaba a Julia, era la duda, y lo resolvió todo genialmente.

La cara de Julia era idéntica a la imagen que todo tenemos de un ángel, era casi inhumana su perfección y su voz, inolvidable e hipnotizadora, reafirmaba su ascendencia celeste. Sus modales delicados y su piel blanca y suave eran símbolo de la pureza y la bondad. Nadie podía imaginar que aquella boca formulara vocablos semejantes, preguntas que desconcertaban y ponían en tela de juicio lo obvio.
Lo ilógico sucedió, irremediablemente, cuando ella advirtió que no era la única, que había reaccionado como Eva ante las palabras de Mateo.
Era una cadena viciosa, pensó, que no cesa; y era el vicio más perfecto para afectar la salud mental de alguien.

Así termina una historia que tuvo un principio muy común.

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