Se despertó tarde, ya no había manera de llegar a tiempo.
Así que no se alteró. Tranquilo empezó a vestirse y con toda la calma del mundo en su pecho salió
del edificio emblemático.
Se dio cuenta que no quería llegar a destino, entonces
empezó a detenerse en cada detalle de la calle: la vereda y los edificios que
se abalanzaban sobre él. Miró a la gente, que desde el colectivo mira a los
transeúntes. Y como no era tan temprano, Buenos Aires era hermosa, casi pacífica y hasta campestre. Sonrió y dijo
te amo.
Y caminó enamorado, cantando, sonriendo y
hasta dando unos saltitos estúpidos. Nadie advirtió su felicidad.
Llegó a destino y vió que la gente estaba concentrada en
mirar las pantallas, abstrayéndose de todo lo que había fuera de ella. Y se
acercó a esa mujer que hablaba por teléfono, todavía dormida y le dijo te amo y se fue a su escritorio.
Y así fue regalando gratuitamente esas palabras, sin pensar
en las reacciones ni las respuestas.
Fue a comprar cigarrillos y al
quiosquero le de dijo te amo, nunca te
voy a olvidar. Caminó por la calle, con una mano fumaba y con la otra
sostenía las llaves en el bolsillo. Levantaba una ceja con cada pitada sabiendo
que ese simple gesto lo hacía más atractivo y al terminar cada conversación
decía te amo, como si esas dos
palabritas tuviesen infinitos significados, como si abarcaran todo el
vocabulario necesario para la comunicación en cualquier situación.
Cuento de feliz viernes es. Me encanta
ResponderEliminarme alegro, gracias
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