lunes, 1 de octubre de 2012

mirá qué mambo


No pasa con todo el mundo que te entendés con una mirada. Pasa que creés que te estás comunicando, pero en realidad no estoy segura que ese canal sea muy eficiente. Las miradas confunden, interpretan ese espacio que solo puede existir entre esos cuatro ojos. ¿Y si cada par interpreta algo diferente?
Se pone en juego el punto de vista, justamente, cuando esos ojos, uno, dos, tres o cuatro, ven algo. Y no pueden ver más de lo que la periferia y las articulaciones les permiten.

Si yo no sonrío, ¿vos podés entender que soy feliz? Y si no tiemblo, ¿percibís mi miedo o mi frío si nos cruzamos en ese espacio? Cuando no quiero, ¿te das cuenta aunque no cierre los ojos? Cuando te quiero ¿lo ves?

La mirada es una arte que todos los seres vivos tenemos y acompaña a la verdad y a la mentira. Es una postura como la corporal, que define y mucho más que una sonrisa, pero, paradójicamente, se ve menos.

Nadie deja de creer porque no cree en las palabras, sino que desconfían de las miradas.

Mirar es admirar, es elegir, entre todas las cosas hermosas en este mundo, una partícula diminuta para dedicarle segundos. ¿Y cuánto tiempo ha perdido el hombre admirando?
La mirada de desilusión, la mirada del recuerdo, del pensamiento, la mirada de la risa, la que viene después de hacer el amor, la cómplice, la conquistadora, la que se aleja sin querer, la que vuelve corriendo, la drogada, la madrugadora, la veloz, la del deseo, la de la culpa, del perdón, la mirada de la advertencia, la mirada previa al beso…

La mirada es un juego demasiado divertido para no ser peligroso: lastima tanto como ama.
Es lindo mirar pero qué bueno que existan los párpados.

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