sábado, 23 de noviembre de 2013

Mambo de un prefacio

 ...de un libro que todavía no sé de qué se va a tratar..


Me dijeron que las categorías “pueblo”, “ciudad” y “metrópolis” tienen que ver con la cantidad de gente que las habita. Seguramente tenga que ver también con el tema comercial: ciertas cadenas alimentarias, la agricultura, el mercado inmobiliario.
Yo viví siempre en una metrópolis, pero armé mi ciudad dentro de ella. Ahora vivo en un pueblo, y la vida es otra cosa.
Hace muchas semanas que no tomo un medio de transporte y que no invierto más de un minuto para trasladarme de un lugar a otro. Mi cuerpo se acelera cuando camina hasta que entiende que el tiempo es la agricultura que mantiene este lugar.

A pesar de que el tiempo es lo que sobra, casi nunca sé qué hora es. Cada vez que me lo pregunto, algo me distrae y el enigma sigue quedando inconcluso.
Hace unos días aprendí lo que siempre quise: a llegar tarde. Y soy la mejor.
Es como mirar el mundo de otra manera: es dejar de esperar, es entender que nadie espera a nadie y que todo pasa si conviene. 
Ahora entiendo tantas cosas de la gente que más quiero y los quiero más todavía. Porque las personas más inteligentes que conozco son las que más tarde llegan.

En cinco minutos pueden pasar muchísimas cosas o una muy importante. Hoy salí de casa, llegué al mercado, compré un gorro, me lo puse y me encontré con un amigo en el centro. En cinco minutos. Y si me hubiese quedado en casa, no llegaba a hervirse el agua para el té en ese tiempo. Cinco minutos dura una canción hermosamente larga.

La categoría de la metrópolis, la ciudad y el pueblo debería regirse por el tiempo del que la gente dispone, siendo éste inversa y estúpidamente proporcional a la cantidad de habitantes.

Bogotá, Guayaquil, Río de Janeiro, Montevideo, Buenos Aires, Roma, Amsterdam, Rosario, Lucca, Matera, Taganga, Península de Valdez.


Continuará…

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